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martes, 18 de enero de 2011

El misterio del amor

QUIÉN NO RECUERDA la primera vez, el momento anticipado de nuestro primer beso apasionado? Qué preciosos son los recuerdos o los sueños de esos tiempos inocentes de pasión salvaje. Y quién no ha fantaseado en la soledad callada de sus pensamientos íntimos con un amor especial, una experiencia única y mágica que nos haga sentirnos vivos, ocupar el centro del escenario? Y, sin embargo, ¿quién no se ha sentido agraviado o desilusionado por un amor que no pudo ser o que nunca El amor puede ser un misterio tan elusivo que a todos se nos esca­pa; tanto que incluso los grandes poetas y soñadores han tratado de pin­tarlo en palabras, en pinceladas danzantes, o en lienzos de piedra, sin lle­gar a captar su rostro, sus rasgos, sus curvas y líneas rectas. A menudo, nuestra experiencia de él es tan breve y pasajera como agua que se es­curre por nuestras manos. Es precisamente esta característica la que lo hace aún más deseable, inmortal, indeleble, la que hace que siga siendo atrac­tivo aun cuando nuestra vida esté comsumida y haya empezado a mar­chitarse>A lo largo de los siglos, el drama humano nunca se ha cansado de buscar este tesoro que parece misteriosamente reservado para otros, como si fuera un elixir mágico que sólo perteneciera a las grandes Diosas y Dio­ses, y nunca fuera para los meros mortales, que no consiguen encontrar­lo, sostenerlo y conocerlo.Generalmente, la clave de un gran misterio o de un nuevo conoci­miento, de los nuevos paradigmas, se oculta precisamente en el corazón de una paradoja. El amor es un misterio y una paradoja. El amor parece ser una realidad que está más allá de los enredos de nuestras limitaciones humanas y nuestra personalidad, característica que explicaría por qué es tan difícil sostenerlo de manera continua, o absoluta, en nuestra vida. En un momento dado nos sentimos dichosos con nuestro amante en nues­tro lugar especial y secreto —nuestro cuerpo rebosa sensaciones y senti­mientos regocijantes y deliciosos—, y poco después, cuando el cuerpo descansa y ese momento ha pasado, los desacuerdos de ayer por nimiedades encuentran el momento oportuno para reintroducirse.El amor es un misterio. El amor transciende nuestra naturaleza hu­mana. No se ha mostrado como una cualidad natural, espontánea y gené­rica de la humanidad desde los orígenes de nuestros registros históricos. No obstante, lo paradójico, lo que nos deja perplejos, es nuestra capaci­dad humana de concebir y soñar un amor así. Trasciende nuestra natura­leza humana, y sin embargo nosotros, como seres humanos, insistimos en él y nos aventuramos por la vida buscándolo. Ésta es la paradoja.Y tratando de en­contrar el secreto de la paradoja del amor y de descubrir algo acerca de nosotros mismos que continuamente nos ha pasado desapercibido. Estas lineas que nos permite vernos reflejados en un espejo, vulnerables, bajo el ojo de la verdad y de una flagrante honestidad, heridos por nuestra pro­pia mano y falta de conocimiento.¿Qué queda de nuestra identidad, de quiénes somos, cuando todos nuestros secretos ocultos han sido expues­tos abiertamente para que todos puedan verlos? ¿Seguiríamos siendo no­sotros mismos si no necesitáramos escondernos, agradar o aparentar? ¿Qué tipo de libertad emerge cuando nos queremos a nosotros mismos lo suficiente como para conquistar y saber quiénes somos, cuando tene­mos el coraje de expresar nuestro mayor potencial?Asimismo está dedicado a todos los guerreros, poetas y amantes que han deambulado por la vida buscando respuestas. El viaje que estamos a punto de emprender  sólo se ha hecho posible por la mano del amor mismo, que cura, nutre y nos da alas para volar a donde aún no nos atrevemos a imaginar. Pero no hemos comprendido el amor. Es la espada de la verdad la que nos desafía a conquistar nuestras propias némesis, que nublan nuestra verdadera naturaleza indeleble y prístina identidad.

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